Por situaciones sociales, este sábado estuve en un velorio de alguien a quien nunca conocí. Y el domingo, por consiguiente, en el entierro de alguien que conocí el sábado por la noche.
La muerte nunca deja de ser maravillosa, al igual que la vida, la muerte reúne a extraños y conocidos, provocando un alud de emociones en las cuales nos damos cuenta que, a pesar de nuestros trabajos de 7am a 5pm lunes-viernes, a pesar de algunas rutinas y de un mundo que a veces logra un frágil silencio, hay siempre ratos para que todos presenciemos las maravillas de estar vivo.
Ahora alguien quedó con un agujero en su corazón, uno que nunca podrá ser llenado por nada ni por nadie, alguien perdió un poco de sí en una agonía solapadamente colectiva aunque oficialmente personalizada, en la que, tras el adiós sólo queda el vacío. Y en honor a don Corky Thatcher, aún así, La Vida Continúa.
Lo curioso es que hay gente que todavía no se percata...