No, no me volví pandereta.
Recientemente estuve en un vuelo nocturno entre Copenhague y Bergen. No es secreto que de un tiempo para acá me da miedo volar, y eso se exacerba por las noches... ¿miedo a lo desconocido?
El vuelo, supongo, jamás tuvo ningún peligro serio. Sin embargo, se movió de principio a fin. Me bajé del avión temblando. Durante todo el vuelo le rogué a Dios que se acabara la turbulencia. Sólo en eso pensé.
Cuando el ser humano envejece, o se asusta o se siente inútil, se acuerda de Dios como nunca.
¿Por qué seremos tan doble cara?
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Hace 6 años