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¿Hay problema, Willy?

domingo, 13 de diciembre de 2009

Cuentos callejeros

Desde mediados de setiembre empecé a trabajar en una organización humanitaria internacional. Mi trabajo consiste en estar parado en media calle (o centros comerciales, según sea el caso), tratando de abordar extraños para explicarles lo que hace la organización, y convencerlos de que es necesario llevar más ayuda a otras partes del mundo. Si al final la persona está convencida, nos dará sus datos y accederá a colaborar de forma mensual con un monto que la persona define.

La parte ruda

En mi opinión, dicha labor presenta sobre todo 2 aspectos difíciles:

1. Parar a la gente. ¿Por qué alguien se querría detener a escucharnos? Cuando yo no trabajaba en esto, nunca me detenía. Ni siquiera decía "no gracias". Nada.

2. El aspecto mental. Hay días en los que, como todo mundo, uno no quisiera ir a trabajar. Y si a eso añadimos que en este trabajo por cada cien personas que uno intenta detener en la calle, si acaso una se detiene, y nunca falta gente grosera (no es mucha, pero la hay), gente que lo ignora o evita a uno abiertamente... el principal rival a vencer en esos días, es uno mismo.

Una vez que alguien se detiene, en mi opinión no es tan difícil conseguir que acepten colaborar. Cuando uno le expone a la gente que con su hipotética ayuda se tratarán mujeres violadas por la guerra, o niños que fueron reclutados como soldados, a mucha gente se le toca el corazón (o la conciencia).

Arquetipos

En la calle uno se topa de todo. Gente en traje formal, señoras de 80 años, turistas, inmigrantes... ¿cómo reaccionan dichas personas? Depende mucho de quién es uno. Rápidamente uno se va dando cuenta que para los hombres, nos es más fácil dialogar con mujeres, y viceversa. Tal vez el cerebro de uno está más dispuesto a escuchar al sexo opuesto (¡aunque haya abundante evidencia de lo contrario!). Al principio a mí me sucedió que me daba extrema timidez aproximarme a gente joven. A uno le da vergüenza que lo lleguen a vacilar. Poco a poco se vencen los miedos.

Sin embargo, sí aprecio ciertas conductas:

- personas con atuendo formal, de oficina, prácticamente nunca se detienen (al menos yo nunca he detenido a uno solo).
- hombres mayores, de tercera edad, generalmente también son bastante escépticos.
- migrantes de origen musulman, mantienen a los extraños a gran distancia. Las mujeres musulmanas ni siquiera lo vuelven a ver a uno.
- güilas tipo "fashion", tienden a ser bastante cortantes. No todas, eso sí.

Por otra parte, entre los grupos más dispuestos a ayudar, en mi experiencia, está la gente de clase media, amas de casa, migrantes de países europeos (por ejemplo, polacos o ex yugoslavos) o estudiantes universitarios.

Nunca falta...

Nunca falta alguien que se detiene a decirle a uno que esta vara es para robarse la plata, que se la gastan en salarios, etc. Para mí, eso es algo idiosincrático, parte de la actividad. Si alguien está desviando fondos, no soy yo.

Una vez me topé a una amiga de la universidad (una mujer de Irán), y su comentario al verme trabajando en esto, en media calle, fue "haaa... shitty job!". Oh vieja más hijueputa.

3 comentarios:

Sobi dijo...

Lo difícil no es que la gente se detenga; lo duro es pararse a verle el rostro.

SAMADHI dijo...

Uno esperaria que por ser paises "desarrollados" sus habitantes fueran herederos de un sentido social mas pragmatico y humanista, no tan esceptico como aca.... pero supongo que la mierda apesta en cualquier continente. Le aplaudo la disposicion de su tiempo y esfuerzo Mae, siga asi!.

cordilleraazul dijo...

¨Pues mirá yo tengo 5 años siendo voluntario de una asociación ecologista, y he colaborado en la parte foundraiser porque soy una persona muy común, pero por esas cosas del destino tengo muchos contactos , me ha tocado estar en frente de un empresario que me da una donación ridícula o que no me da la genuina atención en una reunión, y salta el hecho evidente de que me atendió por ser amigo de "Y" que le pensaba una mejor persona, y así en un cantón como escazú buscar recursos para programas de educación ambiental o reforestación urbana es una odisea, pero mae siga a veces encuentra una cabeza que ve más allá y colabora con la causa.