Bueno, bonito y barato

Dios bendiga al rustiblock.

Cuando uno se gradúa de arquitecto y empieza a lidiar con clientes (pequeños, usualmente, sobre todo al principio), es pan de cada día oir entre los requerimientos del proyecto "quiero que sea bueno, bonito y barato". Pero ¿qué significa esto? Veámoslo desde el punto de vista del cliente primero:


Bueno:
Que sea un producto de una calidad suficiente. No tiene que ser excelente, sólo "decente".


Bonito:
Que se ajuste a los cánones de belleza actual, lo cual, en el común de la gente puede incluir rustiblock, arcos, estilos mediterráneos-coloniales, ojos de buey, etc. Sin cosas raras. Sin carajadas ajenas a lo conocido. El cliente tiene la total certeza de que uno es un buen arquitecto, pero que ni se nos ocurra salirnos del guión pre-establecido por los siglos del kitsch y regionalismo mental.


Barato:
Que valga lo mínimo, que ojalá al cliente le quede plata (aunque sea para ir a Doña Ana el domingo con la doña y los güilas) del préstamo que sacó para "embellecer" su casa.


Y para los arquitectos, qué debería o podría significar:


Bueno:
Revolucionario, proponer un nuevo estilo de vida, una nueva forma de hacer las cosas, explotar el contexto, entrar en total contacto con la personalidad y deseos del cliente.


Bonito:
Algo totalmente diferente, no agresivo pero sí que hable de que vivimos en el Siglo XXI, donde existen nuevas técnicas constructivas y de diseño. Un refraseo de lo hecho hasta ahora en el mundo.


Barato:
¿Por qué todo tiene que ser barato, aún entre gente adinerada? ¿Lo bueno, acaso no tiene precio? Es cierto que caro no es sinónimo de bueno, pero en AmLat los edificios a menudo son vistos como una necesidad únicamente, no como un lugar donde se va a pasar tiempo, donde se va a vivir y trabajar, donde se va a hacer tantas cosas... Por eso las ciudades latinas tienen la pinta que tienen, aunque en lugares como Argentina, Colombia y Costa Rica, eso va cambiando, poooco a poooco.


Pero bueno...
Por la plata danza el simio.