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¿Hay problema, Willy?

sábado, 7 de abril de 2007

Mi madre y yo


Cualquiera que sea, o haya sido hijo único, sabe que en esos casos uno desarrolla un lazo prácticamente indisoluble con esa persona llamada mamá. Ejemplos hay muchos: algunas de las letras de canciones de Pink Floyd que Roger Waters le dedicó a su madre (Mother, ejemplo primo), quien fue la encargada de educarlo tras la muerte de su padre en combate en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Señor Waters todavía era un bebé.


Yo fui hijo único de mi madre (mi papá tenía 3 hijas al momento de mi venida al mundo) hasta el 23 de enero de 1992, cuando nació mi querida hermana Giovanna. Yo tenía 10 años y pico, pero esa breve década (la más breve en la vida de cualquier persona) marcó mi personalidad, mi forma de ver el mundo, mi forma de desenvolverme a la postre en muchas circunstancias que he vivido dentro y fuera de Costa Rica, y claro, mi forma de relacionarme con el mundo. Al no haber crecido con hermanos coetáneos, creo que mis habilidades sociales nunca terminaron de germinar.


Mi madre me enseñó que los hombres pueden llorar y expresarse exactamente igual que una mujer (y realmente, si yo no me expresaba en términos femenino-comprensibles, corría el grave riesgo de no ser entendido), y creo que esas 2 cosas tuvieron un impacto determinante en mí: puedo llorar cuando lo considere necesario, y por eso difícilmente guardo resentimientos hacia nadie ni nada hoy en día, y por otro lado las 2 mujeres no consanguíneas a las que he amado en mi vida (o sea, las novias que he tenido) manifiestan siempre estar contentas con el nivel de comunicación que hemos logrado. Y claro, comunicación es intimidad.


Sobre todo recuerdo vívidamente cuando Karen me dijo que ella sentía que yo la escuchaba más que Lizza (su hermana gemela). Ese es uno de los piropos más increíbles que he recibido en toda mi vida.


Mi madre también me enseñó que el mundo es duro (sobre todo sin papá en casa), y que, o me valía por mí mismo, o me valía por mí mismo. Y la autodefensa ordenada en la vida va de la mano con la disciplina, rasgo que creo conservar hasta hoy (lo saben los que me conocen), y creo que es necesario, entre otras cosas, para terminar la U, o para irse de viaje un montón de tiempo y no agarrar la fiesta demasiado en serio).


Pero claro, no todo fue miel y rosas con mi madre. Yo tiendo a ser una persona muy temperamental (a quién habré salido, me pregunto yo), y mi adolescencia fue un período que, salvo un par de cosas, me alegro de haber superado y cerrado. Y sobre todo, me alegra poder ser adulto hoy en día, y tener a mi mamá viva para poder disfrutarla en paz y poder entenderla (lo cual, claro, no siempre es posible porque soy su hijo pero no su fan, siempre hay cosas en las que no estoy de acuerdo con ella).


Mi madre es una persona muy seria, aunque todos los que la conocen de mucho tiempo (incluso amistades que dejó en Guatemala, donde vivió de 1979 a 1984) siempre hablan maravillas de ella y la tienen en el mayor de los cariños. Por algo será.


Yo por mi parte me alegro de ser, de sus 3 hijos, el que la va a haber disfrutado el mayor tiempo (al momento de nacer yo, ella tenía 25 años, cuando nació Giovanna tenía 35 y cuando nació Marco, 38), y de poder verla hacerse vieja y al fin ir encontrando un poco de paz y tiempo para ella en su propia vida. Me alegro de ver que Rogelio (mi padrastro y el único otro hombre que le he conocido en mi vida entera) la sabe llevar, la entiende, la quiere, y que, a menos que las varas den un giro raro, morirán juntos.


Mi mamá es una persona única. Y yo la amo.

1 comentario:

e b i dijo...

tienen ojos muy parecidos...