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¿Hay problema, Willy?

viernes, 13 de febrero de 2009

La historia de cómo llegué a Noruega

Prólogo

En vista de que mi tata es guatemalteco, y mi mamá es tica, y se divorciaron hace muchos años (gracias infinitas al Señor Jesucristo), durante mi vida de estudiante (es decir, de los 5 a los 24 años) me vi en la necesidad de viajar a Guatemala 2 veces al año, con el objetivo de visitar a mi tata y demás familiares guatemaltecos.

Hace ya 7 años y resto, en julio de 2001, nuevamente emprendí uno de esos viajes de vacaciones para ir a ver a mi tata. Yo tenía 19 años, y para esa ocasión, me acompañó una compa de la U, quien entabló una excelente relación con mi papá (quien, hay que mencionar, siempre ha sido muy abierto y receptivo con mis amistades. Un fin de semana hacia el final de julio, mi papá decidió llevar a Melania y a mí, a pasear por el campo en Guatemala.

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Ese sábado paseamos por el oeste de Guatemala, un lugar montañoso, de gran belleza, conocimos lugares nuevos y visitamos algunos a los que yo tenía años de no ir. Para pasar la noche, fuimos a casa de mi tío, que en ese momento tenía relativamente poco tiempo de haberse divorciado de su esposa de toda la vida, empezó una nueva relación con otra ilustre dama, se fueron a Estados Unidos a probar suerte, y recién habían vuelto a Guatemala.

Mi tío, quien, valga mencionar, es un pan de Dios (casi rayando en la ingenuidad), nos hospedó, y nos dijo "oigan muchá (muchachos), ¿quieren ir a comer pizza?". La pizza es buena, por lo que todos accedimos y nos dirigimos a un lugar en el centro de Xelajú (lugar al que nunca he vuelto, por cierto).

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Subimos las gradas, pues la pizzería quedaba en un segundo piso, ordenamos y nos sentamos a comer. De mi papá aprendí a sentarme en asientos desde los cuales pueda observar al resto del restaurante donde esté, y eso hice. Comíamos plácidamente cuando al lugar entraron 2 mujeres: una de pelo negro y ojos cafés (como yo) y otra rubia, de ojos azules. Las damas se sentaron en una mesa y ordenaron su comida.

Luego de unos minutos, observé que la macha (rubia, en tico) me estaba sonriendo. La mujer tenía una sonrisa cautivadora, verdaderamente. Pero por un lado, yo nunca he sido ese tigre que acecha a las mujeres en los arbustos y salta a reclamar su presa en el momento indicado, y por otro lado, mi tata estaba sentado a la par mío. Sólo podría imaginar a mi papá haciendo la ola o algo parecido, mientras yo iba "al ataque" con la rubia. Eso NO era opción.

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Resolví usar un arte milenario: las servilletas. Tomé una, e hice un dibujo (ya no recuerdo de qué), y además escribí algo agradable respecto a la sonrisa de la dama, y adjunté mi nombre, número de teléfono, e-mail, y demás datos relevantes. Al salir del lugar, le hice entrega de la mentada servilleta a la señorita turista, cuya tez se tornó rojo dinamita, y procedimos a abandonar el lugar.

Al día siguiente, domingo, seguimos viajando por la campiña chapina. Fuimos al mercado en Quiché, lugar donde el idioma predominante no es el español, era como estar en otro país. Al atardecer, decidimos emprender el retorno a la Ciudad de Guatemala, localizada a 3 horas de viaje.

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A las 10pm, me senté en la computadora, y decidí revisar mi correo. La estimable dama me había escrito. Quería verme ese día, a las 8pm, en el McDonald's de Xelajú. Eran las 10pm, y yo no estaba en Xelajú. Le respondí, preguntándole qué planes tenía para los siguientes días.

El día siguiente, lunes, me respondió (he ahí la importancia de revisar el mail a menudo). Era danesa. El martes (o sea, al día siguiente), emprendería el regreso a tierras danesas, tras 5 meses de haber permanecido en Guatemala. Esa noche, dormiría en la ciudad, y se hospedaría en el hotel ___________. Yo tomé las páginas amarillas, busqué el hotel, y llamé.

En efecto, ella estaba ahí. Hablamos como media hora (ella hablaba casi perfecto español), y para concluir la charla, le dije que si no le importaba, yo la iría a despedir al aeropuerto al día siguiente, a lo cual ella accedió.

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Llegué ese martes al aeropuerto, andaba cargos verde olivo (estaban de moda en esa época, los cargos) y sweater azul eléctrico, además de las entonces-infaltables kam-lung (tuve mi etapa chancletística). Había preparado otro dibujo, esta vez de una hoja tamaño carta, así que me senté en el piso del aeropuerto a esperar.

10 minutos después, apareció ella. Me puse de pie, y le entregué el dibujo. Ella lo vio, y no recuerdo si intercambiamos palabras. Nos besamos. Profusamente. Sin control. Como si el mundo se fuera a acabar (y en cierta forma, se iba a acabar). Fuimos a la fila de la aerolínea. Nos seguimos besando. La gente nos veía, ya no inspirada por nuestro romanticismo, sino asqueada por nuestro intenso intercambio de babas. No importó.

Nos besamos las 2 horas enteras que ella esperó su avión. A la hora dicha, ella se fue de regreso a Dinamarca.

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Los siguientes meses, la comunicación fue intensa. Mails, chats, cartas a veces, para mi cumpleaños recibí un diccionario danés-español... hasta que un día de octubre, si no estoy mal, yo le dije "si no te importa, quisiera ir a Dinamarca, con vos". Al día siguiente, la respuesta fue positiva.

Yo había ido a trabajar a EUA con OTEC 2 veces, por lo que tenía algunos ahorros en el banco, y mi papá me colaboró con otra suma. Él estaba entusiasmado (ya sé de quién heredé el sentido de la aventura), pero mi mamá no estaba tan feliz. En opinión de ella (y en realidad no la culpo ni por un segundo por pensar así), el asunto era demasiado riesgoso, y con el dinero que iba a invertir en mi viaje, podría hacer otras cosas.

Pero no. La decisión estaba tomada. Compré el boleto, y armado con mi diccionario, me dispuse a empezar a arañar el idioma, aunque fuera de la forma más incipiente. Lo siguiente que supe, era que estaba sentado en un vuelo con ruta hacia Copenhague, pensando "¿qué putas estoy haciendo?".

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Tras un vuelo larguísimo en el que tomé whisky etiqueta negra con una colombiana y vi auroras boreales, el 19 de diciembre de 2001 arribé a Kastrup, el aeropuerto de Copenhague. Para mi gran alivio , ella estaba ahí, esperándome. Nos besamos, y abordamos un tren. Al principio, el shock era lógicamente abrumador, pero al cabo de un par de horas, todo fue tomando un curso más o menos normal.

Los siguientes días, apenas salíamos del cuarto, yo me estaba recuperando del jet-lag hediondo que me causó la travesía (a las 3am estaba fresco como una lechuga, y a las 3pm no podía ver una cama ni en el periódico porque me quedaba dormido).

La semana siguiente era navidad, por lo que alistamos las cosas y fuimos a Næstved, al sur de la isla donde está Copenhague, donde reside su familia. Fui conociendo, uno tras otro, a toda parentela, y me resultó increíble la calidez de cada uno de ellos. Especial recuerdo guardo de su papá (quien en media borrachera me abrazaba y me recordaba lo buen muchacho que soy -o era) y sus abuelos maternos (quienes nos recibieron en su casa como invitados de lujo).

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Esa navidad fue extraña, en el buen sentido de la palabra. Cada uno de los Brendstrup tenía un regalo navideño para mí. Era como si yo hubiera estado casado con Lisette por años, y no chateando por meses. Yo había llevado cigarros, cerveza, café, etc., desde Costa Rica, y esa navidad repartí todo. Algunos de los regalos de esa ahora-lejana navidad, todavía los conservo y uso.


Pasé el año nuevo con ella, sus amigos y familia, comiendo sandwiches sin tapa (o sea, sólo la rodaja de pan con cosas encima), tomando cerveza a temperatura ambiente (sabía a orines de borracho pero uno se acostumbra), y siendo un niño otra vez.

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Durante los 2 meses que estuve en Dinamarca, me sucedieron una gran cantidad de cosas increíbles, fui sumamente feliz, conocí lugares a los que no he vuelto nunca en mi vida, en fin, viví. Sin embargo, hacia el final de mi estadía, sucedió algo con lo que yo no contaba.

Cuando ella volvió a Dinamarca tras 5 meses en Guatemala, se encontró con que sus padres se estaban divorciando tras 20+ años de matrimonio. Esto tuvo sobre ella el efecto de causarle gran stress y carga psicológica, etc.

Un día de mediados de febrero, ella salió con Karina, su amiga. Al volver a casa, me comunicó que tras una larga plática con su amiga, ella había decidido no ir a Costa Rica en verano (que era lo que planeábamos y lo que parecía lógico, en vista de nuestra "floreciente" relación). Yo quedé atónito, no podía entender cómo ella, básicamente, estaba abandonandon el barco.

En tal suspenso llegó el día de mi regreso a Costa Rica. Nos despedimos (ella no lloró), y volví a mi país a seguir con mis estudios universitarios.

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Tras un estira y encoge, un día X ella decidió en definitiva no visitarme, y por ende, dar por concluida la relación. A mí me tocó vivir un año de subes y bajas emocionales debido a eso, a una relación que concluyó sin concluir, al muerto que tuve que enterrar, sin cadáver... sencillamente un día me enteré de la muerte de la relación, por medio de un mail.

Al año siguiente conocí a Karen. Tuvimos una relación de varios años. Pero los siguientes 5 años tras mi regreso de Dinamarca, tuve constantes sueños en danés, sobre Dinamarca. Fue muy incómodo para mí, pero en cierta forma, era un reflejo de que mi mente me reclamaba sobre un capítulo de mi vida que se quedó sin terminar, aunque la vida siguió pasando páginas.

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La relación con Karen concluyó al cabo de varios años, y yo busqué proseguir con mis estudios de maestría en algún lugar del mundo. Escandinavia parecía la opción lógica (no por volver a buscar a la danesa, sino porque ya había estado acá), así que apliqué a 2 universidades en Suecia y 2 en Noruega.

En mayo de 2008 me comunicaron que había sido aceptado en la Escuela de Arquitectura de Bergen. Además de los titánicos preparativos (renunciar al brete, vender todo, ahorrar como loco, trámites de mierda, etc.), un día le escribí un mail a la danesa (nunca perdimos el contacto por completo, seguimos en términos cordiales), donde le indicaba que a partir de agosto, residiría en Noruega, por si quería llegar a darse una vuelta.

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A finales de octubre, la mujer vino a Bergen. Yo no tenía NINGUNA expectativa romántica (lo digo con toda honestidad), pero sí me carcomían los nervios (creo que es normal, tras 7 años de no ver a alguien). Llegó el bus del aeropuerto, y ella se bajó del bus. En ese momento, gracias al Señor Jesucristo, cerré ese capítulo de mi vida.

La vi. Ya no me resultaba atractiva para NADA. Sigue siendo esa persona que es consumida todo el tiempo por sus propios problemas (y no tiene tiempo ni cabeza para entender que TODOS tenemos problemas y aún así seguimos adelante con nuestras vidas), y en fin, me resultó obvio que ella no es alguien con quien yo quisiera pasar mi vida.

Así llegué a Noruega.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Woowwww... A veces (casi siempre) omito como empiezan mis travesías...

Es bueno ubicarse y manejar el contexto...

Largo viaje...

specialK dijo...

mmmmm... cero a la izquierda, está bien soy el paréntisis de tu historia de la vida... es bueno saber eso

roberto OVALLE dijo...

A ja, porque esta historia se trataba de vos (estoy siendo sarcástico).